El cine y la mafia.




El crimen organizado en el cine, aparece cargado de toda ese aura romántico… Señores del hampa que son temidos, respetados… La lluvia cayendo sobre Carlito Brigante, observando los gráciles movimientos de su amada mientras esta baila, el fondo musical, la maravillosa “Flower Duet” de Delibes. Quien ha cruzado la línea y pretende volver al sendero de lo cotidiano tiene vedado el camino. A las leyendas les espera una muerte de reyes, en el cine cada gesto cuenta, las miradas se apagan, todo se reduce a movimientos a cámara lenta… tu héroe ha muerto, aún queda tiempo para unas últimas palabras que hagan más emotivo el momento.




Roberto Saviano ha visto de cerca el asesinato en las calles de Nápoles, ninguno se parece al de Carlito, el miedo llena el corazón de las víctimas… Las palabras majestuosas se substituyen por suplicas para que continúe la vida, ruegos desesperados… ya nada va cambiar: el olor a muerte llena las calles, nadie denuncia, todos callan… Nadie desea compartir la misma suerte.

La mítica escalinata de Tony Montana, el símbolo del poder económico y criminal, la cumbre en la que reina con venas colapsadas por el caballo… Ojos inyectados en sangre que intentan proteger a toda costa lo único que sabe que puede producir felicidad… dinero a raudales. Los destellos de la M-16 iluminan la lujosa sala cubierta de las mejores piezas de arte… Tony no duda de cuál es la meta humana, su meta… Estupidez y bribonería le dan las agallas suficientes para sujetar con fuerza la posición social que ocupa. El sueño se termina entre metralla y en medio de una muerte atroz con sabor a plomo.




En Casal de Príncipe está la copia de la fastuosa casa de Tony Montana, la cabeza de león que inunda la increíble bañera, la escalinata de reyes… Su expropietario, Walter Schiavone … quería ser Tony Montana, quería representar en vida a Scarface… Se rodeó de lujos y automóviles de gran cilindrada, se rodeó de mujeres que competían en belleza con la propia Michelle Pheipher. Dormía el sueño de los justos acariciado por sábanas de seda, era el Tony camorrista, el magnate italiano de la basura y el urbanismo. Sólo un paso ha evitado que fuese Tony: morir acribillado en la larga escalinata de su casa, está en la cárcel y le aqueja una enfermedad que no le permitirá ser el protagonista de tan deseado final.



La muerte en el cine de bandas más sincera, más real no la protagonizan Tony o Carlito… La caída más real es sin Duda la que interpreta Vito Corleone… Entre tomates y jugando con su nieto cae como un perro en mitad de la huerta… No hay gestos a cámara lenta, los movimientos torpes, la decadencia del hombre inundan la pantalla… la franqueza de la escena es tal que rompe todo esquema mental, da igual quien hayas sido, la caída no es grácil y bella… es simplemente una caída.






Como final de esta crítica me viene a la memoria la escena en la que Tony Soprano y su tío están hablando sobre el pasado. Cuando Tony le dice “¿no recuerdas quién eras? Tú gobernabas junto a mi padre todo New Jersey”, su anciano tío, postrado en una silla de ruedas y con alzehimer avanzado le dice “¿Si?, mira que bien”. Fue la única vez en toda la serie que Tony Soprano mostraba miedo en su mirada, mostraba dudas, el camino que había elegido, el crimen en todas sus vertientes, era uno de muchos… Ninguno parecía en ese instante
equivocado.

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